5/04/2010
Al revisar en mi reproductor mp3 se puede encontrar una gran diversidad de géneros musicales. Hoy venía escuchando algo de Jazz y después vino un álbum de los Visconti, lo que pareció interesante a una persona con la que hablaba hoy en la mañana.
Supuse que le interesaba saber por qué a una persona de mi edad le gustaba escuchar a los Visconti.
La respuesta está en el contexto. Crecí en Cúcuta, en el seno de una familia que se nutría de la música popular. Pero no de la guasca ni del reggaetón ni del pop americano, populares ahora; sino del buen merengue, el vallenato clásico, la salsa, la ranchera y los boleros entre otros cuantos.
A medida que iba forjando mi propio camino e iba creciendo en todo le daba la espalda a esos géneros. Las batallas familiares ayudaron a detestar a las rancheras, por ejemplo. Sin embargo el amor entrañable hacia el bolero permanece hasta el día de hoy.
Supongo que fue por el acceso que tuve hacia las letras y lo sentimental y místico que fui y he sido siempre (aunque puede que lo haya sido a partir de eso). Aparte la gente de mi hogar prefería beber o bailar en plan romántico con los boleros en vez de exaltarse y pelear. Pero son solo suposiciones.
La droguería familiar hacía pedidos constante a los laboratorios León, que nos proveían de sal de Epson, yodo blanco, mercurio cromo, violeta genciana, valeriana, aceite de ricino, creolina y otros productos por el estilo. Este laboratorio junto con los pedidos enviaba su material publicitario para que repartiéramos a la clientela y entre los frascos mandaban en bolsas de papel cinco o diez cancioneros con canciones populares.
En mi avidez lectora y el mortal aburrimiento que entonces me producía estar en la droguería, devoraba aquellas cartillas y me introducía en el mundo de las canciones, algunas veces sin haberlas oído. A “Sabor a mí” me la imaginé como una obra de teatro después de haber intentado saborearme un par de veces, para ver si lo literal funcionaba. Pero un caso especial, hasta ahora incluso, es el de “Pescador, lucero y río”.
Reí y lloré con la canción dentro y fuera de la droguería muchas veces… Leí y releí su letra e imaginé las escenas… Me vi frente al bohío y consideraba que era una casa como la de los guardacostas de las playas estadounidenses. Me imaginé su estructura hecha en madera y variando la configuración, decidí pensar en su techo hecho en paja.
Me imaginé el pescador a la luz de la luna parado en el botecito intentando pescar, o simplemente pensando.
Y luego vi el lucero como un huevo muy grande y muy brillante en la esquina del bohío, iluminando el lugar, iluminando todo el bohío.
Cuando el pescador muere, pensaba en una escena muy a lo Hitchcock con un tipo tirado en el suelo boca abajo, con unos ojos muy abiertos y ya sin vida…
El río era grande, poderoso, con mucha vegetación a los lados… El Paraná, el Amazonas, no lo sé, pero estaba bien adentro de la selva, y la luna era muy vistosa, y el agua reflejaba el borde opuesto al que yo estaba.
Como yo desconocía en esa época el significado de muchas palabras, acudía a mi abuela que había escuchado la canción muchas veces. Le pregunté qué era un bohío y un lucero. Me dijo que el bohío era una choza al lado de un río y que el lucero era una estrella. Partiendo de esas bellas definiciones (para mí siguen siendo de lo más tierno que me han dicho en la vida) yo recreé en mi cabeza esas imágenes.
Y pasaron los años y yo seguí creciendo y en cierto momento dejé de recordar esta parte de mi pasado, así como uno deja atrás gran parte de su infancia por preocuparse por asuntos poco importantes e intrascendentes del presente y pensar en un futuro inexistente. Buda tenía razón al describirlos respectivamente como una nube que pasa y un espejismo.
Mucho tiempo después estaba bajando música en internet y decidí recuperar a los Visconti para mi colección, junto con Garzón y Collazos y Diomedes Díaz, en un arranque de sentimentalismo y nostalgia por una ciudad y una familia que había abandonado. Y por alguna cosa del destino entre un álbum de los Visconti estaba la ya mencionada “Pescador, lucero y río”.
Y lloré al recordar aquellas épocas escuchando la canción… Detuve todo lo que hacía en el momento para escucharla una y otra vez, en un vano intento por regresar…
Por esa razón tengo a los Visconti en mi reproductor mp3.
la primera canción con la que lloré siendo niño y sin saber que era un bohío y un lucero jaja. Bonita y extraña canción
ResponderEliminar