El legado, la importancia y la influencia histórica de una hacienda durante un buen tiempo; un escritor que inmortalizó el espacio a través de una historia de amor; la atención de muchos expertos hacia un terreno en donde todo significa y las medidas que se están tomando para conservarlo. Un recorrido por las razones que hacen que valga la pena restaurar la hacienda Cañasgordas.
La historia.
La Hacienda Cañasgordas era una de las más portentosas de su momento, iba desde las estribaciones de la cordillera occidental hasta el Rio Cauca, y desde la casa llegaba hasta el Rio Jamundí, ocupando espacios como, por ejemplo, la Universidad Autónoma de Occidente. Según cálculos del Instituto Colombiano de Antropología e historia, la hacienda tenía casi 50 Km² de extensión, en ellos había incontables cabezas de ganado y otra gran variedad de animales.
La Hacienda también tenía muchos esclavos, una gran cantidad de siervos y su trapiche era en la época posiblemente uno de los más interesantes del Nuevo Reino de Granada. Producía enormes cantidades de mieles y panela.
Su proceso de construcción incluye ciertas particularidades. Gabriel Urrea, uno de los ingenieros civiles encargados de la obra, afirma que estas antiguas haciendas se levantaron con una estructura de madera y muros de tapia pisada. Los constructores de la época hacían una zanja en el terreno, paraban unos troncos sobre una piedra, un palo corto que llegaba a primer nivel y un palo largo que llegaba hasta el techo.
Luego tacaban la pared con tierra pisada, y para dejar las bases seguras colocaban cinta de guadua y llenaban los espacios con más tierra pisada. Para consolidar el segundo piso sólo era poner más troncos de madera entre ambas paredes y todo estaría listo. Sin embargo, el punto de contacto entre los troncos y las piedras de base se empezó a podrir, rodeado de tierra todo el tiempo, arriesgando la integridad de la casa y de todo el que estuviera adentro.
La hacienda se convirtió en símbolo de autoridad pues el primogénito de cada generación de la familia Caicedo, residente y propietaria de la hacienda, ostentaba el Alferazgo Real, una modalidad de Juez de Paz vitalicio.
Los terrenos de la hacienda se fueron vendiendo y la casona cayó en el abandono, hasta que a mediados de la década de los sesenta el propietario decidió hacer un museo de la novela en los predios, como homenaje al amor entre los protagonistas de la historia; de esa forma los terrenos ganaron notoriedad, varias personas consideraron hacer una intervención pues muros, postes y vigas estaban en muy mal estado.
Afirma Francisco López, antropólogo del ICANH (Instituto Colombiano de Antropología e Historia), que su interés por el trasfondo histórico de la Hacienda Cañasgordas nace con un trabajo hecho previamente en la Hacienda El Paraíso, motivado por la novela de Jorge Isaacs. Faltaba mucho por hacer, si bien ya había un trabajo hecho en la hacienda. Así que el año pasado propuso ante el ICANH la intervención científica del componente arqueológico, aprovechando la celebración del Bicentenario. Ese es nuestro punto de partida.
La novela.
El prólogo de El Alférez Rea, es claro en cuanto a las intenciones de Eustaquio Palacios al decir que usó la novela para hablar sobre la historia real de Cali en el siglo XIX y en el siglo XX, valiéndose de documentos auténticos, afirma José Luis Giraldo, el primer arquitecto restaurador de la Hacienda, exaltando que el gran valor de su obra, a pesar de que muchos afirmen que cayó en errores de sintaxis y que no era un buen escritor, radica en su minuciosidad.
Y escoge un escenario especial, que fue la Hacienda Cañasgordas, por ser la principal hacienda de terratenientes, donde se ubicaba el más alto poder de la región y donde confluía riqueza y esclavitud. “Era preciso, para poder mostrar la gran nobleza de la época, los criollos descendientes de españoles, mostrar también lo que era el mestizaje, lo que era la comunidad negra esclava que trabajaba allá, los siervos que recibían un sueldo, etc.”, tercia Giraldo.
Esta hacienda era el escenario perfecto para hablar de la diferencia de clases, del valor del mestizaje y del papel que desempeñaron los esclavos, de la economía, de la producción agrícola, de la fauna y de la flora; en fin, para describir gran parte de la sociedad de ese momento.
La declaratoria de la hacienda como Monumento Nacional en 1980, se debió en buena parte al significado de la novela dentro de la comunidad. Casi un siglo de asimilación afirma que El Alférez Real dejó una impronta que sólo toca a esta hacienda, al notar que otras contemporáneas no tienen la misma fuerza. Esta declaratoria como Monumento Nacional, salvó la casa de la destrucción natural o la demolición para la venta de terrenos, y le garantizó el cuidado patrimonial y la atención del estado.
Además, a través del detalle en el relato se han podido encontrar edificaciones y espacios perdidos a lo largo del tiempo, como la capilla y el cementerio, ocultados por la tierra y por el tiempo. Los cimientos de la capilla fueron localizados a través de prospecciones arqueológicas en el terreno, el cementerio fue hallado en sus inmediaciones y actualmente se siguen pistas para encontrar la ubicación de las viviendas de los esclavos de la hacienda que, según Francisco López, se encontraban en el entorno inmediato. Una vez halladas y estudiadas es posible que se proceda a su reconstrucción.
El interés.
La situación local frente al patrimonio es complicada. El antropólogo Francisco López está consciente del desdén y el distanciamiento entre el patrimonio cultural y la ciudadanía. Toma el ejemplo de sucesos como los del Puente Ortiz, hallado durante las excavaciones para las “Megaobras” y despreciado por la ciudadanía por su inconveniencia; en sus palabras, “las opiniones de muchas personas no fueron satisfactorias, más bien decepcionantes”. Define entonces como uno de los objetivos del proceso dar a conocer la conservación y la restauración como el ejercicio de lo patrimonial para la gente, es decir, mostrar que se está recuperando la historia propia para la ciudadanía.
La propuesta de investigación en Cañasgordas implica usar las edificaciones como fuentes primarias y recoger la tradición oral y las fuentes de archivo en un segundo plano, para tener un contexto establecido y poder interactuar con la obra y solucionar con mayor autoridad y precisión las dificultades que se presenten en la restauración. El arquitecto José Luis Giraldo establece que: “La idea es conservar lo histórico y hacer la restauración auténtica, la recuperación de los hechos tangibles o intangibles de la comunidad que hayan llegado a nosotros”.
Se puede empezar por la misma configuración de la hacienda. Se da la formación de una propiedad enorme que se va configurando de manera gradual, cruel y salvaje a partir del desplazamiento indígena, implicando desterritorialización y pérdida gradual de identidad a los pances y lilíes que habitaban los márgenes del Río Jamundí y las vertientes de la cordillera Occidental. “Es un origen doloroso desde el punto de vista social e histórico, y es importante incluir esta perspectiva desde el análisis”, advierte López, quien insiste en discutir la mirada romántica en la obra de Eustaquio Palacios con ayuda de otras fuentes de investigación.
Este proceso se puede ver reflejado en la estructura propia de la hacienda, construida bajo leyes y parámetros de construcción mixtos, más indígenas que europeos. “Empecé a estudiar las construcciones del siglo XVII, donde comenzaron a aparecer paredes gigantes que por dentro son puro barro y no adobe, y eso representa una evolución a los 80 años de haber llegado los españoles acá: comenzaron a construir a la manera indígena del bahareque”, explica el arquitecto Giraldo, mencionando que las razones para trabajar de esa forma iban desde “vivir en guerra y no tener tiempo de hacer construcciones en adobe fuerte, estar en la búsqueda de los mejores sitios para colonizar, el afán por crear más asentamientos y recibir prebendas de la corona, y el hecho de que no llegaran personas al continente como constructores sino como soldados”.
Por ello resulta llamativo que en una hacienda de tal importancia, que ostentaba tanto poder económico entre tantos latifundios, se haga la parte más grande y sobresaliente, la casona de dos pisos, de paredes gruesas de bahareque, y le pongan pilares de grandes troncos de madera. Cabe la interpretación de esta hacienda como gran monumento a la fuerza del mestizaje.
El estado de la estructura plantea grandes dificultades, pero lleva a la necesidad de distintas disciplinas para llevar a buen puerto este proyecto. El caso del trapiche es un ejemplo: la aparición de elementos como el sistema de canalización, las acequias y el análisis de su producción obligan a incursionar en el campo de la arqueología industrial para su efectiva restauración y aparición en el futuro museo. El trabajo se dificulta, pero a la vez invita a la participación de otros especialistas.
“Han venido participando comunicadores sociales con registro de fotografía artística de lo que ha desarrollado el proyecto, Telepacífico, INCIVA y El País han colaborado con la divulgación del proyecto. El Archivo Histórico de Cali también ha brindado mucha colaboración a las investigaciones mientras el DAS ha facilitado equipos forenses cuyo apoyo técnico ha servido para hacer prospección geofísica del cementerio. Seguramente seguirán llegando estudiantes de antropología y otras personas interesadas” comenta Francisco López al respecto.
Sirve tener presente que el proyecto nace de un proceso denominado arqueología del relato, de un relato común a buena parte de la comunidad, que busca el compromiso con el patrimonio, su conservación, conocimiento y aprecio. Según el arquitecto Giraldo: “al fin y al cabo el patrimonio de una nación se apoya en la cultura del pueblo en todos los niveles”.
Lo operativo.
Actualmente se está haciendo una consolidación estructural a la hacienda para que perdure. Esta es la primera etapa. La Alcaldía de Cali está pagando el proceso, pero faltan los recursos de la Gobernación del Valle y de otros miembros de la Fundación Cañasgordas, quien es la encargada de gestionar todo lo relacionado con la hacienda y se encargaría también del museo que se proyecta hacer en dicho predio.
“Son cinco salones en la casa principal. Internamente, en ciertos puntos, se hará una estructura metálica. Columnas que van con zapata de concreto, para que cuando ocurra algún movimiento transversal o longitudinal, la casa esté amarrada y no se caiga”, explica el ingeniero Urrea. Hecho eso, se irán cambiando techos y troncos podridos. “Por fuera también se harán amarres de esos palos largos con la estructura metálica, para defender la parte de arriba. Todo esto tomará cuatro meses. Cuando se termine la consolidación, la hacienda entrará a la etapa de acabados, donde habrá repello, pintura, suelos, en fin, todos los cambios necesarios para dejarla apta”.
Respecto al trapiche, Urrea establece que tendrá una restauración integral, pero que es materia de dinero y que los estamentos mencionados deberán inyectarle dinero. “Estaba intacto hasta hace unos 4 o 5 años, le quitaron la cubierta, quedó a la intemperie y eso derritió las paredes por la lluvia. Eran muros de barro y por eso se acabó. Nosotros le hicimos una sobrecubierta mientras definen la intervención a hacer”.
Casi han pasado los cuatro meses que se presupuestaron para la consolidación estructural y la etapa no está próxima a finalizar. Sigue habiendo personal trepado en andamios, mezclando concreto para hacer zapatas y construyendo estructuras para levantar las vigas. “La restauración se está haciendo, y la casa se está adaptando al medio actual con los requerimientos de sismorresistencia, para dar la garantía de que perdure con el tiempo, luego se restaure y luego se le hagan mantenimientos”, termina Urrea.
estoy muy contenta por esa restauración, pues soy fans de la Hacienda Cañasgordas, ella encierra gran historia de nuestro Cali Viejo.
ResponderEliminarOjala algún día pueda visitarla y conocerla.