5 may 2011

Torrente desorganizado sobre la ley 30.

Vamos en el MIO con la ilusión de ir hacia adelante. Vamos consumiendo canciones de 3 a 4 minutos, nuestra comida recién almorzada, nuestro conocimiento recién adquirido, nuestro tiempo, nuestras palabras.

Vamos atravesando nuestra ciudad con la impresión de verla, con la creencia de que lo que vemos es lo único que es, motivados por la grandeza del panorama posible por las grandes ventanas, sin notar el vidrio ni el clima artificial, ni la velocidad ni la resultante fugacidad de nuestra observación.

Por la imponencia del mismo paisaje, por la ilusión del detalle, por el estado de atención que nos proporciona el desdén sentido hacia las otras personas en esa cápsula, llenamos de significado cualquier detalle simple que se atraviesa. Creemos en lo poderoso y lo traumático de cada semáforo, de cada avería de los automóviles en el camino, de cada bache superado, de cada modificación de la vía…

Y no notamos lo raudo que vamos en nuestro propio carril, ni la no potestad frente al camino que recorremos… Y guardamos la ilusión de ir hacia adelante, a pesar de las curvas y las vueltas, y la repetición, y la repetición. Nos reímos de la heteronomia frente al camino, nos disfruta ser llevados sin escollos, nos adaptamos a la comodidad de los planes, y valoramos esa comodidad frente a las vueltas y las dificultades que implica el camino que deberíamos inventar…

Nos impresiona la facilidad de la respuesta porque no hay verdaderos errores sino eventos previsibles. No notamos lo premeditado de los baches o de las fallas, y las contingencias y soluciones presupuestadas para esos ‘previstos’.

No hay verdadero dolor, ni sufrimiento, ni aprendizaje, ni cambio.

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