17 abr 2013

Cúcuta, entre la nostalgia y el progreso


Entre devaluaciones, expropiaciones y controversia, cada situación enmarcada en la economía venezolana dará de qué hablar. Tras la reciente devaluación del bolívar el pasado 8 de febrero y previendo otra posible devaluación, varias multinacionales tuvieron que recalcular sus previsiones de resultados anuales.

En sectores como el farmacéutico, el energético, el cosmético y el higiénico, muchas empresas norteamericanas tienen representatividad en el mercado venezolano, debido en buena parte a la activa relación que sostienen Estados Unidos y Venezuela por el intercambio de petróleo, porque Venezuela no produce nada de lo que consume y a pesar de las diferencias políticas entre ambas naciones.

Procter and Gamble sabe que deberá asumir cargos extras entre 200 y 275 millones de dólares por este motivo, así como Colgate-Palmolive deberá asumir la pérdida de más o menos 120 millones de dólares sólo en impuestos durante el primer trimestre.

Sin embargo, la devaluación de la moneda venezolana no sólo pesa sobre las cuentas de las empresas norteamericanas, ni las negociaciones con la inflación afectan de la misma manera a todo el territorio soberano. Las fronteras se transforman y las crisis aparecen sin supervisión ni apoyo. Es el caso de San José de Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander. En Colombia.

Después del viernes negro

El primer antecedente relacionado con la devaluación del bolívar es el 18 de febrero de 1983. El Viernes Negro. Las políticas económicas de Luis Herrera Campinas hicieron que el bolívar se devaluara un 75%, de 4,30 a 7,50 bolívares por dólar. Los pagos de la deuda externa, la baja del petróleo, el aumento del empleo en la administración pública y la libertad cambiaria fueron presentadas en ese momento como razones que forzaron a la devaluación.

"Si el bolívar tiene muy buen precio, viene la gente de Venezuela", explicó Baudilia Hernández, comerciante retirada de la frontera. Para Cúcuta, que vive del comercio binacional y donde el cambio es en relación directa con el peso, el bolívar valía 17 pesos y bajó a 7 de un momento a otro.

Ante la crisis, muchas personas tuvieron que irse y cerrar sus negocios. El bolívar se revaluaría llegando a poco más de 10 pesos y el comercio mejoró, para luego volver a decaer. "Eso es Cúcuta, eso es la frontera", afirmó Baudilia, quien entró al comercio hacia finales de los 70 y entiendió los picos y las simas del oficio como ciclos que no dejarían de ser positivos o negativos.

La primera devaluación del gobierno de Hugo Chávez llegó con la instauración del control de cambio en Venezuela en 2003. Tras un paro petrolero el gobierno devaluó la moneda a 1,6 bolívares por dólar. A 2004 se fijaría a 1,92 y a 2005, caería a 2,15.

Muchos comerciantes esperaron a que el bolívar se recuperara. A pesar de la crísis seguían 'oxigenando' su negocio con mercancía y pagaban empleados, pero ni subió el bolívar ni llegaron más clientes. "Perdí lo que tenía esperando la mejoría y nunca se dió. Ahorita ya hace unos tres años que esto desmejoró horriblemente", sentenció Baudilia.

Venezuela llevaba 5 años con la misma tasa y enfrentaba las consecuencias de la recesión venezolana en 2009 cuando el gobierno anunció transformaciones en la política cambiaria para enero de 2010. El dólar fue tasado a 2,6 bolívares para sectores prioritarios y a 4,3 bolívares para el resto. En junio del mismo año entró en vigencia otra tasa oficial de 5,30 bolívares por dólar para sectores no prioritarios. Para 2011 se unifica la doble tasa en 4,3 bolívares por dólar y se mantiene la tasa creada en junio.

Pero tras el gasto público del año electoral y la inversión en construcción de viviendas, la venta subsidiada de alimentos y asistencia para grupos vulnerables que aseguraron la reelección de Chávez, las arcas quedaron vacías. Con la intención de sacar más bolívares por petrodólar, el 8 de febrero de 2013 se elimina la otra tasa oficial y es firmada la devaluación del bolívar a 6,3 por dólar.

'Ahorita el cliente venezolano ya no se acerca al comercio de Cúcuta'

Los comerciantes esperaban la llegada de sus clientes venezolanos para 'cuadrar caja'. En el caso de Eder Parada, joven comerciante en la frontera, si una compra de un cliente colombiano llegaba a 200 mil pesos, las de los venezolanos podían dejarle diez millones de pesos o más. Con la fuerte devaluación de la moneda los negocios ya no venden lo suficiente. La prolongación de la crisis ha hecho que almacenes de todo tipo recorten su nómina y sus gastos. Entre otras medidas, muchos negocios cierran a mediodía al no poder dar almuerzo a sus empleados.

"Vienen los venezolanos que aún tienen un modo, que les gustan los productos colombianos, pero no el flujo de gente que venía antes" dijo Baudilia. "Por decirle una cuestión", continúa, "tenemos el Centro Comercial Alejandría que vive lleno. Uno va a las 12 del día y las personas que uno conoce comentan que no han bajado bandera, que no han empeado a vender".

Los grandes almacenes, los negocios nocturnos y los restaurantes aún tienen vida. Según Eder Parada, la situación con el cambio del bolívar allí no se siente porque sus adquisiciones y sus ventas no dependen exclusivamente de la frontera, tienen una clientela cautiva y la posibilidad de ofrecer descuentos sin arriesgarse a perder dinero.

Pero el resto del comercio de ropa y de calzado no está funcionando nada bien. Los dueños de los negocios, aparte de recortar nómina, contratan a los trabajadores por veinte mil pesos al día y dos o tres veces a la semana debido a los costos que acarrea. 'Ahorita el cliente venezolano ya no se acerca al comercio de Cúcuta', sintetizó Parada.

Las inversiones que no son

En su mayor esplendor, Cúcuta atrajo gran cantidad de comerciantes que vieron buenas posibilidades y se asentaron, haciendo dinero y estableciendo negocios representativos para la ciudad. El control de buena parte del comercio en la ciudad está en manos de los antioqueños, en detrimento de los cucuteños que ya manejan mucho menos.

A Baudilia le queda la impresión de que ninguna parte le deja ganancias ni patrimonio a Cúcuta. "Hay comerciantes de Alejandría que piden containers llenos de mercancía de la China, pero lo piden con las ganancias obtenidas en Cúcuta, lo venden en otros departamentos, se llevan toda la utilidad y no dejan nada en la ciudad. Ellos invierten pero no invierten, no?"

De eso vive el rebuscador

Tras cuatro años sin empleo formal e involucrado de lleno en el 'plan rebusque', Eder Parada trata de salir adelante en la frontera. A pesar de la escasez que se vive del otro lado de la frontera, "el cucuteño sólo está viviendo del contrabando" afirmó Parada, quien ha comerciado con productos tan diversos como medicamentos veterinarios, gasolina y productos perecederos.

La devaluación hace que un producto que cuesta 50 bolívares fuertes cueste cinco mil pesos y la escasez hace que cualquier objeto sea negociable. "Una vez traje de esas cositas de Glade, allá se conseguía como a 30 bolívares (tres mil pesos) y acá me lo pagaban a $4.500. Usted traía cien o doscientas y ahí se sacaba la ganancia" comentó Eder. "Eso se fue acabando porque llega otra persona que ya no se gana 1500 sino 500 y así. Como dicen en el comercio, todo se putea".

Debido a las medidas anti contrabando adoptadas por Venezuela, cada vez es más complicado pasar cualquier tipo de mercancía. La autoridad, sean policías o miembros de la Guardia Nacional Bolivariana (encargada del orden interno y las fronteras del país), está atenta ahora a quitar cualquier tipo de mercancía que vaya saliendo del país.

Otra fuente de ingresos en la frontera es el envío de remesas a través de casas de cambio. La Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), creada en 2003 con la misión de administrar, coordinar y controlar la ejecución de la política cambiaria del Estado venezolano, explicó que el proyecto inicial era facilitar que los residentes venezolanos pudieran enviar dinero a sus parientes en el exterior. El usuario podría enviar mensualmente 900 dólares distribuidos entre familiares hasta en 300 dólares por cada uno y este dinero sería canjeado al precio del dólar con respecto a la moneda nacional.

A 2011, en Venezuela depositar 300 dólares equivalía a 1290 bolívares fuertes. En esa época el dólar se encontraba alrededor de 1858 pesos y en Colombia se retirarían 557.400 pesos, que al cambio serían más de 2500 bolívares. La ganancia cambiaria supera los mil bolívares en una sola transacción. La revaluación del peso y la devaluación del dólar han hecho que este proceso pierda mucha rentabilidad, aunque muchas personas siguen haciéndolo, no sólo enviando dinero desde los municipios aledaños a la frontera sino incluso consignando desde el interior del país, debido a la estricta vigilancia de CADIVI en los establecimientos de la frontera.

Pero entre los ingresos estables de la ciudad se encuentra el contrabando de gasolina venezolana. Gran número de automóviles en la frontera son de placas venezolanas y pueden circular por el Norte de Santander sin permisos. Sin restricciones para ingresar a Venezuela ni al 'tanquear' en estaciones venezolanas de gasolina, los conductores llenan su tanque y lo vacían la mayor cantidad de veces posibles por día. Parada confirmó que la Guardia Nacional tiene el control del contrabando de gasolina, al ser la entidad que regula el paso diario por la frontera. Eligen a quién quitarle la gasolina y a quién no.

La gasolina es vendida en Cúcuta a los 'pimpineros', que la sacan del tanque y a recipientes de plástico de tres o cuatro galones (pimpinas) para venderla a quien la necesite. Aún después de tantos intermediarios, el precio de la pimpina es mucho más económico que el estándar nacional y produce ganancias en todos los eslabones. Los pimpineros se han asociado y han logrado defender su derecho al trabajo en las calles de la ciudad, a pesar de ser competencia directa para las estaciones colombianas.

'Polo de desarrollo y fuente de prosperidad'

Durante la devaluación de 2010, siendo presidente Álvaro Uribe, se buscaron medidas para aliviar el cobro de impuestos como el IVA y decretar la emergencia económica para agilizar la toma de decisiones. El ex ministro de Hacienda, Óscar Zuluaga, afirmó entonces que el equipo de la cartera de Hacienda y la Presidencia estaba sopesando todas las posibilidades de conveniencia y las consecuencias directas sin ningún efecto.

La gestión de medidas en beneficio del Norte de Santander se ha quedado en saludos a la bandera. El actual gobernador del departamento, Édgar Díaz, recientemente ha pedido acuerdos concretos para reactivar la frontera y ha entregado la solicitud de emergencia económica en Cúcuta. Santos reconoció que el país ha dado la espalda a las fronteras durante mucho tiempo y que "deben ser un polo de desarrollo y fuente de prosperidad".

El desempleo, que afecta también a toda el área metropolitana, se encuentra en 17,8 % frente al 13 % nacional según cifras del DANE. Para aumentar la preocupación, la informalidad se ubica en el 75 %. Se puede ver en toda la región las formas que la necesidad ha adoptado para llevar la comida a los hogares.

Una ciudad en vilo

Eder Parada admitió que la ciudad no ofrecía mucho atractivo al comprador del interior, pues casi todo lo que se compra para vender es traido a través de proveedores de Bogotá, Cali o Medellín, incluso mercancía venezolana ya que para los comerciantes el producto nacional no está representando rentabilidad.

A mayor escala, no hay muchas esperanzas inmediatas de que la inversión nacional llegue a Cúcuta. Tras ruedas de negocios e intentos para llevar dinero al Norte de Santander, se revelan las dificultades del departamento en infraestructura vial y aeroportuaria para una integración más activa en la economía colombiana: está en curso el desarrollo de una doble calzada entre Cúcuta y Bucaramanga, a ser entregada en agosto de este año. También se dice que con el TLC firmado con Estados Unidos, la ciudad se transformaría en centro industrial; se espera que muchas empresas se ubiquen en las fronteras para ensamblar o desarrollar productos dentro de territorio colombiano y obtener beneficios de exportación. Hasta no ver, no creer.

La dependencia del comprador venezolano y de los vaivenes del bolívar es de los mayores desafíos que enfrenta la ciudad. Según Fenalco Norte de Santander, el comercio aporta el 63% del PIB de Cúcuta pero la situación del bolívar solo se modificaría con un cambio de régimen, cosa improbable después de la elección de Nicolás Maduro.

Después de más de una década del bolívar a la baja, queda la certeza de que la situación no volverá a ser la misma. En las manos del estado colombiano, del emprendimiento ciudadano y de los centros de conocimiento está el progreso y la diversificación del espectro de producción de la ciudad.

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