“¡Carajo!”
9 de Septiembre de 2010
“Soy una broma de mí mismo”
Anónimo.
Después de una noche de tragos y fiesta, fueron a dormir a la casa del Flaco. Rayas vivía en otro municipio, pero a eso de las tres de la mañana no había transporte para allá. Ambos durmieron en la misma cama, pensando en charlar un poco y soltar cargas íntimas. Como gente ebria, después de que pasara la euforia y la emoción, venía el letargo post alcohol. Reflexivo y depresivo… Taciturno… Aciago…
¿De qué más hablar esa noche sino de penas de amor? Ambos se ilusionaron con un par de chicas, y ambos se estrellaron al ver que el mundo que se habían construido en su cabeza, se derrumbaba con lo certero de la realidad análoga.
Su propia historia le caló muy duro al Rayas, y estar ebrio y descompuesto a esa hora de la noche no resultó muy agradable. Él había estado hablando con una mujer por internet durante un buen tiempo, y quedaron de salir esa noche para que las cosas avanzaran un poquito más. Le envió su número celular a través de facebook para que no se perdieran, y estuvo esperando su llamada durante toda la tarde.
La dicha lo embargó cuando lo empezó a llamar para preguntarle dónde se encontraba. Estaba muy ilusionado esperando a su chica, y durante un buen rato intentó encontrarse con ella, pero parecía que no se veían por ningún lado. Angustiado y pendiente del celular, se ubicaba al lado de cualquier punto referencial del lugar acordado para consumar parte de la noche.
Ya había pasado un rato desde que ella lo había llamado para decirle que estaba por ahí y nada. Daban vueltas y llamaban y no se encontraban, y Rayas no quería que se le fuera por nada del mundo; por lo que ella tomó las riendas del asunto y le dijo que estaba, cómicamente, debajo de un corazón que daba un nuevo latir. La publicidad de la alcaldía de Cali jamás había sido tan pertinente…
Y muy pocas veces se había sentido recorrer a alguien con tanto empeño por esos lados. No quebraba multitudes, no estaba iluminado por reflectores, no lo resaltaba su ropa, pero la gente le abría camino al joven decidido. Cinco minutos le bastaron para llegar al corazón, pero, extrañamente, aun no la encontraba.
Una personita lo estaba llamando insistentemente desde debajo del corazón. Como el rostro era familiar se acercó a ella para saludarla; y antes de llegar a verla de frente, reconoció a una amiga de la universidad, aunque…
- ¡Eeeeh! Casi que no, ¿No?
Rápidamente, su cerebro le hizo saber que había estado hablando todo el tiempo con la nena que no era; y que, por pura coincidencia, ella lo había empezado a llamar desde que mandó el número por facebook a la mujer anhelada. ¿Parece obvio decir que por eso no se habían encontrado?
El Rayas se puso lívido, pero estaba lo suficientemente consciente como para no revelar sus sentimientos ante la amiga que, amable y bien intencionada, le había buscado. Aunque el shock de no haberse encontrado a quien esperaba era evidente, escondió bien el resto de la tristeza, entró en ambiente y pasaron un rato agradable.
Pero el daño estaba hecho, y la descosida no se hizo esperar. Contando esos detalles en la comodidad de la cama de un amigo, empezó a decirse que era un idiota, un iluso, un imbécil y otros cuantos insultos que él mismo consideró pertinentes.
Recordaba, con dolor y masoquismo, detalles como haber guardado el número que le llamaba insistentemente bajo el apodo que la había puesto a la chica, y luego tener que cambiarlo cuando la amiga se había ido. Recordaba también haber pensado en todo tipo de indicio o señal que le indicara por qué no había asistido, o por qué no había llamado…
La sospecha de que la nena tuviese rollos con otro, tampoco lo dejaba muy bien parado. Además de sentirse engañado, los condones en su bolsillo delataban esa preparación mental innecesaria a la que se había sometido, aumentando su depresión.
El Flaco, que había recogido a su amigo de la soledad y se lo había llevado a parrandear, no estaba de acuerdo con esta sensación. Desde siempre había abogado por la sensatez en la resolución de problemas y no creía de a mucho en echarse a morir, por lo que no temió jamás decirle al Rayas que le quedaba imposible reinar en todos los corazones, y que consideraba que era un guevón por echarse encima esas culpas.
Sin embargo, también él cargaba su cruz. Y no era muy diferente a la de su amigo.
Deprimido en su ciudad natal, había empezado a navegar en internet más y más, distrayéndose llenando cuestionarios en facebook y compartiéndolos con amigos. Como la chica que lo tenía penando también llenaba cuestionarios, tomaba los que ella hacía, los llenaba con sus propias respuestas y se los compartía. De esa manera empezaron a charlar.
Rápidamente, avanzaron a tener una amistad sin restricciones. Compartían buena parte de su vida charlando, y descubrían perversiones y problemas de cada uno constantemente. Él se había comprometido a sacarla del mal momento por el que estaba pasando, por puro placer y afecto. Ambos se regalaban buena parte del día, aún con el trabajo vacacional del Flaco.
Pero las intenciones del hombre trascendían al bienestar. Paralelamente con su ambicioso plan de rehabilitación, se tiraba la carta sexual con ella; que terminó reaccionando de manera sorpresiva y favorable.
Él, pervertido como pocos, terminó logrando que la nena le mostrara los senos y se masturbara para el por webcam. Y aun así, también la hizo sentir bien y le proporcionó ánimos y carcajadas en momentos difíciles. Su amistad era compleja…
Además vivían en ciudades diferentes. El Flaco se había ido a estudiar a Cali, dejando muchos amigos en la ciudad donde la había conocido. Regresaba ocasionalmente a visitar y por esas fechas había decidido hacerlo, motivado por un concierto muy grande en el que uno de sus mejores amigos tocaría. Y si ya tenía el aliciente de visitar a su amiga, después de sacarle el sí para tener una noche de pasión, no iba a fallar al compromiso. Pero el tiempo no jugaría a su favor.
A pesar de lo dicho, lo hecho, lo prometido, lo esperado y lo anhelado, dos semanas antes del viaje, ella misma le contó que había conseguido novio…
Su dolor no se basaba en la vergüenza, sino en la derrota y la pérdida. Es que, más allá de la negativa sexual, le habían arrancado la ilusión y la victoria de las manos; y él se sentía defraudado. Ambos estaban defraudados.
Hubiesen querido que las situaciones estuvieran en sus manos; pero la vida siempre termina siendo más complicada, y lo único que les quedaba era tratar de sentirse mejor. Decidieron hacer un juramento, en un intento vano y posmoderno de evitar el sufrimiento.
Iluminados solemnemente por la luz de la luna, se dieron un apretón de manos para sellar la despreocupación por el asunto, y su desprecio por aquellas que les destrozaron la ilusión. No hubiese pasado lo mismo en sano juicio; pero bajo la influencia del alcohol, ese tipo de acciones espontáneas y sentimentales son corrientes, aceptables y afortunadamente olvidadas.
El Flaco se paró a tomar agua mientras Rayas intentaba dormirse. Ambos estaban agotados, la madrugada estaba llegando a su fin y el día siguiente prometía resacas y obligaciones… Pero no todo había acabado.
A ambos les sonó el celular casi que a la vez. Y eran las nenas de las que estaban hablando.
En el cuarto, Rayas hablaba medio dormido con su chica exaltada y emocionada, que le decía que quería verlo en ese mismo momento, que quería decirle algo, que estaba en un bar cercano a donde estaba… Y en la cocina, con jarra de agua en mano, al otro le decían que lo visitarían al día siguiente ahí, en su casa…
A pesar de la certeza, o de la sospecha, de que las chicas tuvieran pareja, y a pesar de la reciente decepción reinante dentro de ambos, la ilusión despertó de nuevo.
Mientras desde el cuarto, el hombre intentaba decirle que en ese momento no podía ir a buscarla por puro agotamiento; el Flaco arreglaba desde la cocina los detalles de la venida, ocultando a toda costa las trazas de decepción y agotamiento que la noche le había dejado.
Las risas que había dejado la ilusión de un mañana, contrastaban con la vergüenza de revelar la esperanza después del juramento de olvido. El ego masculino no les dejaba admitir, el uno al otro, la caída en esa tentación….
Ambos alegaron que eran números equivocados, que amigos habían llamado pensando en otra gente, que la rumba seguía en algún otro lado, que si iban o no… ¿Marcaba alguna diferencia estando ebrios y agotados?
Pero algo quedaba por decir. La duda estaba aún en el aire, y eso era insoportable para ambos.
- Las mujeres sí son la puta cagada, ¿no? - Dijo el Rayas, queriendo terminar con esa situación incómoda.
- Sí que sí, guevón. - Fue la respuesta que dio el Flaco, a punto de dormirse.
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