Según
testimonios recogidos por Alison des Forges, consejera de la división africana
de Human Rights Watch, en marzo de 1992 se usó por primera vez la radio en
Ruanda para promover directamente el asesinato de los tutsi en un lugar llamado
Bugesera, al sur de Kigali, la capital del país. Radio Rwanda era una radio
institucional. Se ideó un anuncio para convencer a los hutu de la necesidad de
protegerse atacando primero. Guiados por soldados de una base militar cercana,
los civiles hutu atacaron y mataron a cientos ese día.
La labor de
los medios es reflejar el sentir del pueblo, de la época, de las situaciones.
Los tutsis en el poder eran una minoría en el país encumbrada caprichosamente
por Bélgica al llegar a colonizar y se habían convertido en élite dominante en
Ruanda. Sin embargo temían ser eliminados. Los hutu sentían miedo de ser
explotados y tampoco sentían deseos de compartir el poder. Sólo la alta
densidad de población en el país hacía del uso de la tierra un grave problema,
los hutu se dedicaban a la agricultura y los tutsi a la ganadería. Unido todo a
vivir una de las hambrunas más serias en toda la historia de Ruanda, las
condiciones estaban dadas para que pasara cualquier cosa. Ahí estarían los
medios narrando las cosas, transmitiendo tensiones y peligros a través de
radios y revistas.
Durante los
100 días que duró el genocidio, fueron asesinados entre ambos grupos étnicos
800 mil y 1 millón de ciudadanos. 100 días de violencia mediática de puertas
para adentro y de total indiferencia hacia el mundo exterior, sin interesarse
nunca por la situación vivida en aquel momento. Cabe mencionar que el conflicto
yugoslavo estaba de moda en todos los medios del mundo y que el juicio del
asesinato de la mujer de OJ Simpson ocupaba los espacios importantes.
Difícilmente
los medios internacionales pudieron haber actuado peor. Roméo Dallaire, ex comandante
de la misión de asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR)
establece que la información saliente de Ruanda pasaba por corresponsales
locales que en su mayoría eran radicales hutu. Los medios estaban alienados por
su falta de interés en el país. Al iniciarse las hostilidades fueron enviados
los periodistas de los medios internacionales, en su mayoría inexpertos y
desinteresados. Todos fueron llamados a casa debido al asesinato de los 10 cascos
azules belgas que decretó la marcha de la ONU del lugar. Ya había noticias
importantes, pocos se interesaron por el genocidio.
No era solo
que se considerara una lucha tribal en la mitad de la nada en África, Estados
Unidos como paladín de la justicia había decidido dar la espalda a las causas
que no tocaran sus intereses después de los acontecimientos de Somalia en 1993,
donde murieron 18 soldados en la acción de capturar a Mohamed Farrah Aidid, un
dictador local. La prensa norteamericana tomó en bloque la decisión de no
involucrar al país en otra guerra. Intereses, prioridades.
Nunca salió
información suficiente de lo que realmente sucedía. Cuando aparecía Ruanda en
la prensa se mencionaban otras situaciones como la hambruna histórica que
azotaba el país y la necesidad de la cooperación internacional, que por la
violencia abandonaba progresivamente el país. Nunca se mencionaron las causas
de la hambruna, ni se mencionó el genocidio.
Todos llegaron
en bloque a Goma (RD Congo) en junio del 94, donde estaban los refugiados hutu
sufriendo de hambre y brotes de cólera. Se les registró recibiendo ayuda
humanitaria. Eran dos millones de personas, entre ellos se ocultaban los
instigadores del genocidio. A ellos se les dio toda la prensa.
Nadie nunca
acusó a los medios internacionales por faltar a su responsabilidad social.
La radio
hacía parte elemental de la vida cotidiana en Ruanda, en gran medida por el
analfabetismo en el país. En algunos pueblos se consideraba que la voz de radio
venía de dios. Tenía la mística cautivadora de lo foráneo y novedoso. Ayudaba a
transmitir la información en un país con baja infraestructura e informaba a
toda la nación de los sucesos recientes, como debe ser. El orden de los hechos
acercó a las emisoras ruandesas a la perspectiva colonialista, debilitando
identidades y el reconocimiento del otro, con máxima crueldad.
La
Radio-Televisión de las Mil Colinas entraría en el grupo de lo tristemente
célebre bajo el apodo de la radio del odio, por su difusión del contenido anti
tutsi e instigación a la masacre. La propaganda fue su delito, Dellaire decía
que participaba como “genocidiaria”. La organización Article 19 diría que los
medios fueron un instrumento, no una causa. La única regulación a la mano pudo
haber sido la UNAMIR, pero estaba maniatada por todas partes.
Pudieron
haberle quitado las armas del genocidio al ejército y a las milicias pero no
les dieron la orden, pudieron haber cerrado la RTLM pero la ONU dijo que Ruanda
era un estado soberano y que el espectro radiofónico pertenecía al estado
soberano y por eso no se podía intervenir. Y tampoco se podía echar mano de una
emisora propia por el recorte de presupuesto inicial a la misión. Les habían
abierto un espacio en la RTLM, pero no había personal capacitado para hacer
uso. Por lo menos hubo impotencia.
Se esgrimió
como argumento en el tribunal de Arusha en Tanzania que los medios no fueron
los encargados de crear el genocidio, que sólo se prestaba apoyo ideológico. El
nivel de preparación de la “solución final” le da algo de validez a este
comentario: las armas estaban compradas desde bastante tiempo atrás, las listas
de tutsi y de hutu simpatizantes estaban hechas y la secuencialidad de las
órdenes para anular poderes extranjeros ubicaban dentro de la macroestructura
en un lugar secundario a los medios. Sin ellos igual hubiera sucedido. Pero la
palabra clave en este punto es “propaganda”. Cabe reiterarlo, los medios se
instrumentalizaron, incitaron al odio racial y guiaron la acción del pueblo.
En esas
mismas declaraciones del tribunal de Arusha, Alison des Forges recogió un
testimonio del general Théoneste Bagosora, quien aceptó su responsabilidad en
el uso de la radio para fines violentos, habiendo trazado el plan de
“autodefensas” civiles contemplando su uso potencial. Se construyeron listas de
artistas populares que podrían colaborar desde el medio exaltando
insistentemente los valores hutu y denunciando los crímenes tutsi.
Pero esto no
sólo se quedaba en acudir a gente famosa. RTLM fue pensada para llegar al
ciudadano promedio con su programación. Transmitía al aire la música más
reciente, especialmente canciones populares congolesas, mientras la tradicional
Radio Rwanda todavía manejaba música tradicional y un tono estatal oficial en
su comunicación. RTLM era informal y sus locutores eran reconocidos por su chispa
y su humor, apreciado incluso por sus víctimas. Se hablaba por la radio como si
se conversara entre amigos bien conocidos que se estuvieran relajando con una
cerveza de banano.
También se
reportaban los hechos con un sensacionalismo subido, incrementando el miedo
hutu al subrayar la barbarie tutsi, como al reportar el asesinato del
presidente de Burundi, nación fronteriza. El personaje habría sido asesinado
hacia finales de 1993 con un bayonetazo en el pecho, pero la RTLM reportó
detalles de supuesta tortura, incluyendo la castración de la víctima. En la
pre-colonia, algunos reyes tutsi castraban al enemigo vencido y decoraban sus
tambores reales con los genitales. Este reporte falso de la castración del
presidente de Burundi pretendía recordar al pueblo hutu esta práctica y
despertar miedo y repulsión. Y lo lograron.
Los medios
también seguían una suerte de agenda sicológica. De acuerdo con Jean-Pierre
Chrétien, este asesinato de masas puede ser visto como producto de los métodos
de la propaganda moderna. El trabajo de Roger Mucchielli fue clave. Su libro
“Sicología de la publicidad y de la propaganda: conocimiento del problema y
aplicaciones prácticas”, diseñado para sicólogos, facilitadores y líderes puede
ser encontrado junto con todas sus otras publicaciones en la biblioteca de
Butare, la Universidad Nacional de Ruanda. El libro inspiró una nota referida a
la propaganda expansionista y del reclutamiento, escrita por un intelectual de
Butare y luego hallada por el equipo de Alison des Forges. El libro explicaba
los mecanismos de condicionamiento necesarios para crear un movimiento de
masas, describiendo métodos para moldear una consciencia sólida basada en la
indignación frente al enemigo. Se
definen esas tácticas como propaganda espejo, la noción de atribuir a otros lo
que se está preparando hacerles. La consciencia sólida legitimaría la acción
colectiva basada en la certeza común de estar en el lado del más fuerte y del
más justo. La acción colectiva sería la encarnación del pueblo.
Era comprensible
la fascinación que algunos organizadores del genocidio demostraron por lo que
explicaba Mucchielli. Todos los ingredientes estaban presentes en Ruanda:
analfabetismo, proclividad a buscar acuerdos unánimes rodeados de acepciones
moralistas, un chivo expiatorio bien establecido en el pueblo tutsi y fuertes
referencias a la mayoría.
Hace días le
otorgaron un premio a Madeleine Albright por su sempiterna lucha por la paz y
los derechos y durante el genocidio demoró la votación por el regreso de la
misión UNAMIR a Ruanda cuatro días. Kofi Annan prologa libros sobre la situación en Ruanda pero entonces dio la orden al general
Dallaire mantenerse al margen durante el retiro del contingente belga. Con el
alcance de la ONU y el conocimiento del genocidio y de su exhaustiva
preparación todo esto pudo haberse detenido.
El nivel de imposición
y patrocinio de la disputa de Europa viene desde el encumbramiento de los tutsi
en el poder como minoría y el desdén hacia los hutu. Curiosamente, las líneas
fronterizas actuales se respetan desde la colonia. Todavía falta demasiado para
la independencia del pueblo africano, pareciera haberse hecho un esfuerzo por
seguir esos paradigmas asumidos como propios, indefensos de sí mismos. Fue
claro en los medios.
Estaba muy
feo por allá y seguramente estaban en manos de la gente que no era. La labor
periodística lleva una mancha desde entonces, y hay una lucha contra el olvido
desde los medios y las fundaciones de víctimas. Pero limpiar la profesión no es
el desafío del comunicador en Ruanda, queda construir nación.
Interesting ;)
ResponderEliminar